Un pausa en el Camino
Se acerca el día en que las guerras se detienen, donde muchas familias desencontradas se reúnen amistosamente, por favor paremos un momento, hagamos una pausa, pensemos en las personas impedidas de compartir este día de paz, en los abandonados, en los presos, en los enfermos, en los que están lejos de sus familias. Preparemos el espíritu para compartir, para dar el mejor regalo, darse al prójimo y que más prójimo que nuestra familia, que durante el año por nuestras actividades muchas veces estamos ausente, recordemos que la palabra «Navidad» viene del latín «Navitate» que significa «Nacimiento de la vida para ti», es decir darse por otro y esforcemosnos por ser más empáticos que nunca.
Para los cristianos, ensalzar el pesebre, que al parecer fue Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana el iniciador de los nacimientos, entre 1200 y 1226. Se cuenta que siendo apóstol, recorría la campiña cercana a la pequeña población de Rieti en el invierno de 1223. La Navidad de ese año lo sorprendió en la ermita de Greccio y fue allí donde tuvo la inspiración de reproduciren vivo el misterio del nacimiento de Jesús. Construyó una casita de paja a modo de portal puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno de los vecinos del lugar e invitó a un pequeño grupo de gente a reproducir la escena de la adoración de los pastores.
Y para los que se reúnen alrededor de un árbol, les cuento que esta costumbre surgió en Alemania durante la primera mitad del siglo VIII. Según un relato tradicional, estando predicando el misionero británico San Bonifacio (680-755) un día de Navidad en tierras de germanos infieles, seguidores de las creencias de los druidas, intentó destruir el carácter sagrado del roble talando uno. El roble, al caer, derribó todos los arbustos que le rodeaban menos un pequeño abeto, cuya supervivencia interpretó el llamado «Apóstol de los Alemanes» como un milagroso mensaje divino, llamándole en aquel mismo momento «Árbol del Niño Jesús». El suceso caló entre los cristianos alemanes y, desde entonces, cundió la costumbre de adornar un abeto por Navidad. Siglos después, Martín Lutero (1483-1546) instituyó la costumbre de adornarlo con velas encendidas.
El viejo Pascuero lo popularizó la Coca Cola, pero se inspiraron en San Nicolas de Barí, que nació en el siglo IV, en Mira (actual Turquía). Nacido en cuna de familia rica y acomodada, desde su niñez, Nicolás siempre se hizo popular por su bondad y por su generosidad con los pobres. Siempre se preocupó por los demás. Pero una terrible epidemia de una enfermedad incurable dejó sin vida a su familia, haciéndolo heredero de una gran fortuna. A los 19 años de edad, Nicolás decidió entonces dedicarse al sacerdocio y invirtió su fortuna en hacer regalos a los niños pobres y huérfanos. Profesaba en un monasterio y fue nombrado posteriormente obispo, en Mira (Turquía).
El asunto de los regalos que nos trae de cabeza a fin de año también se lo debemos a San Nicolas de Barí, el hecho de que lo represente siempre con una bolsa y tenga la fama de repartidor de regalos se debe a que San Nicolás supo en una ocasión que uno de sus vecinos se encontraba en bancarrota y que estaba desesperado por no tener la dote de su hija, comprometida para casarse en fecha próxima. Al conocer las dificultades de su vecino, San Nicolás dejó una bolsa con monedas de oro como un obsequio en la casa del mercader. La boda se celebró y desde entonces cobró fuerza la costumbre de intercambiar regalos en Navidad.
No hay que olvidar que el nacimiento de Jesús, inspiró esta celebración y que para nosotros los creyentes es el acontecimiento más grande sucedido en la humanidad, y para los no creyentes un momento de reflexión y de paz, es un día para compartir y para darse, a los que pasan por aquí les deseo lo mejor, que consigan la paz del espititú y que sean felices. Un abrazo a TODOS los que me conocen y en especial a los que NO me conocen.
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